Tras analizar varios aspectos que hacen que Latinoamérica sea un
país que yace en la memoria y no en él ahora nos hace cuestionar sobre qué es
lo que queda para las próximas generaciones. El hecho de que ese mágico
continente que describían los conquistadores, ese nuevo continente que
significaba una nueva vida para muchos sea ahora un lugar insignificante es
triste.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-l2ZUAL_BjhQ-DPXE30lxU1rkL-nXMrVotF-Ekhu_WyzjDGdcB7liJitFGcNZ0X6r6R9Nek7afN1WqdwJCoacDBwEyu2onvYZRulmCoStD5_s3nhKc2-O4GMdZ8T73jYrKTsOljDmsPI/s1600/culturaa.jpg)
Al plasmar estas ideas en letras y palabras se hace imposible que
la melancolía recorra mi pensamiento y de aquellos que las leen ya que en los
mismos logros reflejar una realidad triste donde ni siquiera nosotros sabemos
quiénes somos ni qué nos identifica. Las tradiciones culturales han quedado a
cargo de nuestros abuelos y del gobierno, las piezas nativas han pasado a ser
adornos en nuestros modernos hogares, y las comidas típicas han pasado a ser
reemplazadas por majestuosas creaciones culinarias. Seguramente todo esto ha
sido consecuencia del desarrollo pero, ¿qué hace que la pesar del mismo
desarrollo que se vive en otros continentes los gringos” sigan siendo
identificados por el beisbol y hamburguesas, o que los africanos sigan siendo
identificados por rituales y danzas tribales?
El
sentimiento de inferioridad que sentimos por nuestra cultura ha logrado que
busquemos imitar lo que creemos superior sin darnos cuenta que este continente
que hoy solo queda en el recuerdo fue el sueño y esperanza de muchos. Los
revolucionarios libertadores han pasado a ser jefes de movimientos ilegales o
políticos con delirios de grandeza, la belleza indígena se remplazó por
prótesis y cabellos tinturados, y la devoción católica por situaciones en la
que los niños le preguntan a sus padres quién es Jesús.
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